En diciembre salió de cartelera el décimo documental estrenado por Miradoc el 2016, cerrando un nuevo ciclo de este programa, que transformó en cotidiano lo que antes era excepcional: la presencia de documentales chilenos en salas de cines de todo el país.
Más de 90 mil personas han visto los estrenos documentales de Miradoc en salas de cine, en los últimos cuatro años. Ése es el balance general de este programa de distribución, que arrancó el 2013 con ocho películas en 10 salas, y un total de 9 mil espectadores. Cuatro años después, los estrenos se realizan en 22 salas con 20 mil espectadores este 2016.
«El crecimiento del público y el circuito ha consolidado la presencia de documentales chilenos en cartelera, y ha abierto un espacio que hasta hace cuatro años simplemente no existía» dice Paola Castillo, Directora Ejecutiva de Chiledoc, la Corporación Cultural de Documentalistas que creó Miradoc con financiamiento del Fondo de Fomento Audiovisual y el Programa de Intermediación Cultural, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Desde hace más de una década, se producen en Chile entre 80 y 100 documentales cada año, muchos de ellos son premiados y muy valorados en el extranjero. Sin embargo, su encuentro con el público chileno antes era muy restringido: festivales, ciclos de cine arte o universitarios y, muy esporádicamente, en la cartelera regular del cine comercial.
En ese contexto nació Miradoc el 2013. Ocho películas documentales se exhibieron en salas independientes de ocho ciudades de Chile, y sumaron nueve mil espectadores. Al año siguiente, la experiencia creció a 12 mil espectadores, y en su tercer año llegó un peak de 49 mil espectadores, con tres títulos que tuvieron incluso distribución en multisalas: La once (distribuido conjuntamente con Market Chile), Allende mi abuelo Allende y Chicago Boys.
«La experiencia del 2015 sirvió para ampliar definitivamente a Miradoc y consolidar la marca”, señala Flor Rubina, también Directora Ejecutiva de Chiledoc. “Las ciudades aumentaron de 8 a 18, se forjó una alianza más cercana con algunas salas comerciales y el nombre de Miradoc se hizo conocido y confiable en medios de comunicación y redes sociales», puntualiza.
El aumento de público en Miradoc ha conllevado una veta de formación de audiencias. Todas las películas incluyen encuentros con los realizadores, y esas funciones usualmente son las más concurridas, por una activa audiencia que quiere conocer y opinar sobre las películas. En cuatro años, estos cine-foros suman más de 200 y son de los aspectos más valorados del programa, tanto por el público como por los directores.
«Miradoc une el quiebre entre los documentales y el público, y tiende un puente para que la gente conozca las obras y para que los realizadores nos encontremos con el espectador», afirma Jorge Leiva, director de Quilapayún, más allá de la canción. Para Daniel Osorio, director de El soltero de la familia, «Miradoc está creando fidelidad en lugares donde antes sólo había oferta de películas hollywoodenses, y ha logrado vincular al público con los documentales chilenos porque, al final, éstas son sus propias historias», afirma.
El 2016 Miradoc imprimió dos nuevos sellos: por primera vez las salas están desde Arica a Coyhaique, con un total de 17 ciudades, y las películas aumentaron de ocho a 10. En total, Miradoc 2016 llevó a 20 mil espectadores al cine, con una cartelera diversa. Desde el reconocido documental musical Quilapayún, más allá de la canción, al trabajo más reciente de un genuino prócer del cine chileno, Pedro Cháskel con De vida y de muerte, testimonios de la Operación Cóndor. Desde un documental con aires de comedia –El soltero de la familia– hasta el último trabajo de José Luis Torres Leiva –El viento sabe que vuelvo a casa-, totalizó 10 películas.
90 mil espectadores, cuatro años de vida, un total de 34 películas y presencia en 22 ciudades. Miradoc transformó en regular lo que antes era excepcional: la presencia de documentales chilenos en salas de cines. Un circuito que ya no es tan nuevo, y al que aún le queda mucho por crecer.