Por Diego Pino Anguita
Chile es un país donde destacan sus documentalistas. Algunos llevan décadas ganando premios y participando de prestigiosos festivales y mercados internacionales. Otras más jóvenes, recién comienzan su camino y, sin embargo, ya disfrutan de éxito y reconocimiento. Conocer ese recorrido es fundamental para evidenciar la importancia del sector audiovisual documental chileno, uno que ya goza de renombre más allá de sus fronteras.
Allende mi abuelo Allende | dir. Marcia Tambutti | prod. Paola Castillo y Martha Orozco
No es novedad decir que la cinematografía nacional tiene una tradición documental desde los inicios de su historia, y que el trabajo con los materiales de la realidad ha sido un espacio de encuentro, innovación, experimentación y conexión social para el cine chileno. Por lo mismo, cuando nuevamente el documental hace historia con El agente topo, como nominado a mejor documental en los Premios Óscar, hemos querido hacer memoria de cómo la no ficción ha estado siempre abriendo caminos para el cine chileno.
Desde sus inicios el documental intentará observar y registrar distintos momentos de la vida cotidiana y pública, dotándolos de un poder patrimonial y de memoria fundamentales al momento de revisar hoy nuestra historia. Sabemos, gracias al trabajo de quienes resguardan nuestro patrimonio, que el primer registro cinematográfico en Chile fue documental y sucede hace ya 124 años, titulado Una cueca en Cavancha.
Luego vendrán otros históricos registros como los funerales de Pedro Montt o Luis Emilio Recabarren; la inauguración del casino de Viña del Mar o diferentes ejercicios militares y cívicos. Por entonces, el documental resuelve acompañar la historia. Desde El corazón de una nación (1928) de Edmundo Urrutia, a la impensable hazaña del sacerdote jesuita Alberto María de Angostini quien en 1933 nos regala imágenes inéditas en Tierras magallánicas, al intachable trabajo de reportaje que desde 1945 realiza Naún Kramarenco. No es, a mi parecer, hasta 1955 que la dupla de Armando Parot y Fernando Balmaceda, nos presentan registros con objetivos más políticos y transforma al documental en una herramienta fundamental para exponer la realidad dotada de narrativa y punto de vista. Se inicia así un período donde se transforma en un aliado clave en los procesos productivos del país. Petróleo chileno (1955), por ejemplo, cuenta la historia y proceso del “oro negro” con una impecable narrativa cinematográfica.
La cordillera de los sueños | dir. Patricio Guzmán | prod.
Renate Sachse
Mientras tanto a fines de los ’50, un grupo de cineastas aficionados, llamados a la experimentación narrativa, cinematográfica y visual para acompañar la realidad social cercana a los movimientos populares y de los trabajadores, hace explotar el género, impactando a nivel nacional e internacional: los cineastas del Centro Experimental de la Universidad de Chile con sus obras precisas irrumpen en la escena mundial.
En 1957 Mimbre, de Sergio Bravo, gana su primer premio internacional en el Festival Film sur l’Art de Ottawa. Más tarde, en 1958, la hermosa dupla de Jorge di Lauro y Nieves Yankovic obtiene con Andacollo el premio Santa Margarita de Liguria, en el Festival de Cine Latinoamericano de Génova. En esos años cabe destacar la incansable obra de Sergio Bravo, que en 1961 lleva al documental chileno al prestigioso Festival de Cine de Locarno con Láminas de Almahue, ganando un diploma de honor por su expresivo trabajo. Otra dupla impactante, compuesta por Héctor Ríos y Pedro Chaskel, sorprenderán luego con Aquí vivieron (1964), estrenada en el gran Festival de Cine de Venecia. Cabe mencionar el trabajo en conjunto entre Francia y Chile, para la producción de A Valparíso dirigida por Joris Ivens, con texto de Chris Marker, con asistencia de dirección de Sergio Bravo y asistencia de Cámara de Patricio Guzmán. Quizás, la primera co-producción internacional en Chile que obtiene premios en Leipzig, Oberhausen y Prades.
Ya en los ’70 el documental chileno comienza a dialogar con las expresiones artísticas y de los trabajadores a nivel internacional. En 1961, el documental Manos creadoras obtiene una mención honrosa en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary en Checoslovaquia y, en 1965, de manos de Fernando Balmaceda, la obra Tejidos chilenos se presenta en el Festival de Moscú. Años más tarde, otros trabajos trajeron consigo las primeras exhibiciones de documentales chilenos en canales púbicos europeos de Polonia, Rusia, Suiza y Francia. El camino de la internacionalización ya estaba abierto.
Gaucho americano | dir. Nicolás Molina | prod.Joséphine Schroeder
En 1970, tres documentales chilenos triunfan en Alemania Occidental: Desnutrición Infantil y Brigada Ramona Parra, ambos de Álvaro Ramírez; y Venceremos, de Pedro Chaskel, ganarían el premio Fipresci en Dok Leipzig, festival al cual asiste una delegación chilena cuyo objetivo será fortalecer lazos con la RDA. Sin embargo, es Venceremos, obra maestra de la dialéctica, la que un año después logra la primera aparición del documental chileno en la Quincena de Realizadores de Cannes, es decir, hace ya cinco décadas atrás.
Mientras tanto en Chile, en 1967, cineastas liderados por Aldo Francia, inauguran el primer festival de Cine de Viña del Mar, espacio de encuentro fundamental para toda Latinoamérica, donde se pensará el cine como una herramienta de cambio social. Gracias a ese espacio, más adelante, nacerá también el bello manifiesto de los cineastas chilenos de la Unidad Popular, que en uno de sus apartados declara: “Que el cine chileno, por imperativo histórico, deberá ser un arte revolucionario”, líneas que empaparán al documental en los próximos años. Es así también, como desde el impacto político y la experimentación, una obra símbolo del Cine experimental de la Universidad de Chile, Descomedidos y Chascones en 1973, de Carlos Flores del Pino, se estrenará en Venezuela, Cuba y España.
Los trabajos de Pedro Chaskel, Héctor Ríos, Miguel Littin, Raúl Ruiz, José Román, Fernando Balmaceda, Armando Parot, Patricio Kaulen, Patricio Guzmán, entre otros realizadores hombres, destacan nacional e internacionalmente. Sin embargo, en 1972, siguiendo los caminos de Nieves Yankovic, irrumpirá en la escena cinematografía la arquitecta y realizadora Marilú Mallet con su obra Amuhuelai-mi. Seguidas por Valeria Sarmiento y Carmen Duque, comenzarán a cambiar la balanza en torno al liderazgo que las mujeres tienen en el documental chileno hasta hoy.
La flaca alejandra | dir. Carmen Castillo y Guy Girard | prod.
Días antes del Golpe de Estado, Patricio Guzmán estrenará su documental El primer año (1971) en el Festival de Mannheim en Alemania, evento que hasta el día de hoy sigue el cine chileno muy de cerca. Pero al interrumpirse violentamente la democracia, y al ser los artistas y cineastas perseguidos, se deberán apagar las cámaras y, en muchas ocasiones, irse al extranjero, no sin antes haber registrado con fuerza el proceso social que vivía Chile, y que ninguna ficción podría superar.
Es así como La batalla de Chile, de Patricio Guzmán, con sus tres partes, contará al mundo, antes que cualquier libro de historia, lo ocurrido en el país, convirtiéndose con los años en la película chilena que más vueltas ha dado alrededor del mundo, traducida a más de diez idiomas, y participando en un sinnúmero de festivales y retrospectivas internacionales. Su gesta heroica no sólo registra el proceso, sino que rescata el material de registro a costa de la vida de los propios cineastas, en un nuevo hito que el documental regala a la historia del mundo. Debido a su importancia histórica y política, y a su recorrido a lo largo del tiempo, es que La batalla de Chile (1973-1976) en nuestra más humilde opinión, es la película más importante de la historia de nuestro país a la fecha.
Desde el exilio o la clandestinidad, otras y otros cineastas seguirán contando la historia del país desde las imágenes. Destacan Los puños frente al cañón (1979), de Orlando Lubbert, que obtiene el premio al mejor documental en el Festival de Cine Latinoamericano de la Habana; Chile y su verdad (1977) de Aliro Rojas Vilch; o Recado de Chile, de Carlos Flores y José Román, la que participará en el Festival de Cine Documental y Cortometraje de Lille, en Francia, y obtendrá una mención especial en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
El otro día | dir. Ignacio Agüero | prod. Daniela Salazar Ignacio Agüero y Christian Aspée
En medio del “apagón cultural” chileno, y ante la necesidad de encontrar nuevas formas para contar historias con los materiales de la realidad, el documental no puede hacer la vista gorda con lo que está ocurriendo. Bajo el seudónimo de Pedro Meneses, en 1984, un joven Ignacio Agüero presentará No olvidar, película que da cuenta de la tragedia de la transgresión a los derechos humanos en Chile y de sus familiares. El documental afortunadamente puede llevar esa historia al mundo y se presenta en el Festival Internacional de Documental y Cortometraje de Bilbao y obtiene una mención especial en el Festival de Cine Latinoamericano de la Habana. En 1988, Agüero irrumpe con Cien niños esperando un tren, obra fundamental del cine chileno, que se abre a pensar también el tejido social desde otra perspectiva. Este trabajo nuevamente despeja caminos hacia otras latitudes, siendo galardonada como Mejor Documental en el Latin Film Festival de New York, con el premio OCIC en el Festival de Cine de Cartagena de Indias y celebrada en el Festival de Cine de la Habana, evento que ya se transformaba en un gran canal de exhibición para el cine chileno.
Entre tanto, Patricio Guzmán desde Francia ofrece otra perspectiva de la dictadura chilena con En nombre de Dios (1987), película que da cuenta del rol que la iglesia católica y la creación de la Vicaría de la Solidaridad tuvieron en la lucha por los derechos humanos y contra la dictadura de Pinochet, ganando el Gran Premio en el Festival dei Popoli en Italia.
La ciudad de los fotógrafos | dir. Sebastián Moreno | prod. Claudia Barril y Viviana Erpel
De vuelta a la democracia, las cámaras parecen volver a encenderse, y también las ventanas hacia el mundo. En 1994, en la Habana, una joven Carmen Castillo presenta La Flaca Alejandra. Un año antes Ignacio Agüero, sigue un iceberg hasta Sevilla en su poética película Sueños de hielo. Y nuevamente, será Patricio Guzmán quién en 1997 con Chile, La memoria obstinada, abre fronteras más lejanas, logrando el premio del público en el Festival de Cine de Marseille, evento donde las películas chilenas siguen siendo miradas con atención. Con este trabajo llega al prestigioso festival de documentales canadiense Hot Docs y gana el Gran Premio en el festival de Cine DocAviv, en Israel.
Ese mismo año, al alero de documentalistas que empezaban a agruparse, se inicia la primera versión del Festival Internacional de Documentales de Santiago, FIDOCS, uno de los más antiguos de Chile, que ya cuenta con 23 años, y que mucho antes que otros, se presentó como un lugar de encuentro cinematográfico, transformándose en un hito para el cine chileno. Posteriormente en el año 2000 nace la Asociación de Documentalistas de Chile, ADOC, asociación gremial que reúne a los realizadores del sector ya no sólo para socializar y discutir experiencias, sino también mejorar las condiciones del sector.
En la primera década del nuevo siglo, ya con un tibio Fondo Nacional (FONDART) que permite el financiamiento de algunos documentales, aparecen importantes obras que comenzarán a recorrer el mundo. En 2000, Esteban Larraín estrena Ralco en el festival de cine de Gijón, relevando otra vez la realidad social chilena. En 2001 La última huella, ópera prima de Paola Castillo, rescata la memoria de los últimos Yáganes y logra llegar al festival de cine de Berlín, en la sección Panorama, convirtiéndose en un hito de lo que, incluso hoy, vemos en dicho festival. En 2002 Estadio Nacional de Carmen Luz Parot, se estrena en el Festival de Cine de Málaga, donde cada año circulan hoy películas chilenas. Y nuevamente es de la mano de Patricio Guzmán que el documental chileno regresa a Cannes con El caso Pinochet, que en 2001 participa de la Semana de la Crítica del festival y gana el Gran Premio en el Festival de Cine de Marseille.
Lemebel | dir. Joana Reposi | prod. Paula Saenz-Laguna
Desde entonces, no es extraño ver a cineastas chilenos irrumpir en prestigiosos festivales de cine de carácter mundial. En 2001 Cristián Leighton gana con Nema problema el premio a mejor documental en el Festival de Cine Independiente de Nueva York. Ese mismo año, Marcela Said sorprende con I love Pinochet, documental que muestra con sutil sarcasmo el fenómeno pinochetista tras la detención de Augusto Pinochet en Londres. En 2002 la pareja de cineastas Bettina Perut e Iván Osnovikoff, estrenan Un hombre aparte en el festival de cine documental más importante del mundo: Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam, IDFA. El mismo año, en tanto, el mismo Raúl Ruiz irrumpe con su serie Cofralandes, que obtiene el premio Fipresci y el Glauber Rocha a la Mejor Película en el Festival de Cine de Montreal. Incluso, desde regiones, comienza a producirse y nos sorprenderá Antofagasta, el Hollywood de Latinoamérica, de la vanguardista Adriana Zunic, que obtiene premios en Estados Unidos y América Latina, mientras el 2004, Carlos Klein abre camino en el reconocido festival suizo Visions du Réel con su película Tierra de agua.
El persistente trabajo de Patricio Guzmán vuelve a llevar al documental chileno a Cannes con Salvador Allende (2004) que tendrá una presentación fuera de competencia. Al año siguiente, Chile comienza a hacerse un espacio regular en IDFA y la película La ciudad de los fotógrafos, dirigida por Sebastián Moreno, forma parte de la competencia oficial. El 2005, David Abala estrena su Perspecplejia en Guadalajara, obteniendo una mención especial. De corte más experimental, en 2006, Cristóbal Vicente estrena Arcana en Cinéma du Réel y obtiene premios en Portugal, España, Alemania y Bélgica, entre otros. Por fin, ya en 2007, no será Patricio Guzmán quien nos vuelva a Cannes, si no que una ya experimentada cineasta, Carmen Castillo, quien desde Francia presentará su valiente obra Calle Santa Fe, en la sección una ‘Cierta mirada’.
De ahí en más, la presencia documental en festivales comenzará a ser abrumadora, lo que se replicará también en los mercados de la industria audiovisual. En 2008 Paola Castillo y Tiziana Panizza, participarán por primera vez en el Forum del Festival de Cine de Hot Docs en Canadá, con su obra 74m2, la que posteriormente se convertirá en la primera coproducción con la televisión pública de Estados Unidos. En 2011 una emergente Maite Alberdi participará con su película en desarrollo, El salvavidas, en Pitching du Réel en Suiza; y en DocMontevideo, Marcia Tambutti, presenta Allende mi abuelo Allende en el Pitch Central.
Malqueridas | dir. Tana Gilbert | prod. Paola Castillo
Paralelamente en Chile, en 2007 se inaugura Docs Santiago, un espacio de presentación de proyectos en desarrollo a la industria nacional. Nueve años más tarde lo hará Conecta, el primer mercado internacional de industria documental. Otro hito importante ocurre en Chile con el documental Ojos rojos, dirigido por Juan Ignacio Sabatini, Juan Pablo Sallato e Ismael Larraín, película que en 2010 se transforma en el documental más visto del cine chileno con más de 125.000 espectadores en su exhibición en salas.
No es casualidad que ese mismo año nazca la Corporación Chilena del Documental CCDoc, en ese entonces llamada Chiledoc, con el fin de apoyar la comercialización y distribución del documental chileno. Desde ese momento, la organización ha permitido abrir espacios impensados para la formación de productores ejecutivos, la distribución de películas documentales en salas de cine en Chile, la creación de un mercado internacional de documentales en el país, la organización de más de 35 delegaciones oficiales a festivales y mercados alrededor del mundo y la consolidación de una comunidad colaborativa y activa en torno a la especificidad del documental.
Desde 2008 a la fecha, el documental chileno ha estado representado año a año en los festivales de cine más importantes del mundo, destacando entre muchos otros: El edificio de los chilenos (Macarena Aguiló, 2010, Dok Leipzig); Noticias (Bettina Perut e Iván Osnovikoff, 2009, IDFA); Nostalgia de la luz (Patricio Guzmán, 2010, Cannes); El salvavidas (Maite Alberdi, 2011, IDFA); El mocito (Marcela Said, 2011, Berlinale); Hija (María Paz González, 2011, Thessaloniki), La última estación (Catalina Vergara y Cristián Soto, 2011, Dok Leipzig); El otro día (Ignacio Agüero, 2011, FICG); Propaganda (Colectivo MAFI, 2014, Visions du Réel), La once (Maite Alberdi, 2014, IDFA); Los castores (Antonio Luco y Nicolás Molina, 2014, Sheffield Doc/Fest); Chicago Boys (Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano, 2015, Edimburgo); El viento sabe que vuelvo a casa (José Luis Torres Leiva, 2016, Rotterdam), Cielo (Alison McAlpine, 2018, Hot Docs), Petit Frere (Roberto Collío y Rodrigo Robledo, 2018, Visions du Réel), Las cruces (Teresa Arredondo y Carlos Vásquez, 2018, FidMarseille), Flow (Nicolas Molina, 2018, Sheffield Doc/Fest), Vivir allí no es el inferno… (Javiera Véliz, 2018, Cinéma du Réel); Los sueños del castillo (René Ballesteros, 2019, Cinéma du Réel); Los Reyes (Bettina Perut e Iván Osnovikoff, 2019 IDFA); Los niños (Maite Alberdi, 2016, IDFA); Dios (Colectivo MAFI, 2019, Dok Leipzig); El Gurú (Rory Barrientos, 2019, Visions du Réel); Historia de mi nombre (Karin Kuyul, 2019, Rotterdam); solo por nombrar algunos.
Chicago boys | dir. y prod. Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano
Es importante subrayar que no solo ha irrumpido el documental en su formato de largometraje a nivel internacional, sino que otros formatos han liderado también a nivel regional, por ejemplo, MAFI.tv, que en 2012 fue seleccionado en DocuLab de IDFA; proyecto Quipu, de María Ignacia Court y Rosemarie Lerner, estrenado en Hot Docs, Sheffield Doc/Fest e IDFA en 2015; y más recientemente, Symbiotica, de Natalia Cabrera, Juan Ferrer y Sebastián González, seleccionado en Dok Leipzig y CPH DOX.
Entre los cortometrajes chilenos que han liderado competencias y exhibiciones están, entre tantos otros: Muerte blanca (Roberto Collío, Locarno); SNAP ( Ananké Pereira y Felipe Elgueta, Sheffield Doc Fest), City Plaza Hotel (Violeta Paus, Berlinale); Lettres de la administrasion (José Jiménez, FICCI); Riña de gatos (Jairo Boisier, Visions du Réel); Sigo acá (Tana Gilbert, Hot Docs); Maria K (Juan Francisco González, Cinéma Du Réel); Siluetas de agua (Violeta Paus, Dok Leipzig) y Yo no soy de aquí, de Maite Alberdi y Giedrė Žickytė, estrenado en Visions du Réel y premiado en un sinnúmero de festivales.
En paralelo, la misma Alberdi, había estrenado La once en IDFA durante 2014, ganando el premio a la mejor dirección femenina documental del círculo de mujeres periodistas de cine y logrando un nuevo hito histórico: la nominación para un documental chileno en la categoría Mejor Película Iberoamericana en los Premios Goya.
Los últimos hitos del documental nos han instalado en los festivales de cine más importantes del mundo. Así, en 2015, Marcia Tambutti, lograría su premier mundial en la Quincena de Realizadores de Cannes, con su obra Allende mi abuelo Allende que, además, sería la primera película en la historia en ganar el recién inaugurado Premio “El ojo de oro” para el mejor documental en todas las secciones del Festival de Cannes y sus competencias paralelas. Ese mismo año, recaería el premio Oso de Plata para mejor guion para la película El botón de nácar de Patricio Guzmán en la Berlinale, espacio que se abría para Chile y el documental con grandes proyecciones, ya que los próximos años serán estrenadas en la sección de Panorama El pacto de Adriana, de Lisette Orozco (Peace Film Award) y Lemebel, de Joanna Reposi (Teddy Awarad). Ambas películas lograrán recorrer una serie de festivales alrededor del mundo, logrando un eco muy pocas veces visto. Y en 2020, El Agente Topo se transformará en el primer documental chileno estrenado en el Festival de cine de Sundance.
La batalla de Chile I | dir. Patricio Guzmán | prod.
Chris Marker
Además, desde 2011 a la fecha, se han celebrado importantes e históricos focos chilenos y latinoamericanos donde se incluyen películas nacionales en los festivales de Dok Leipzig, Visions du Réel, Yamagata Film Festival, el Festival de Cine Documental de Irán, el Festival de Cine Santiago Álvarez, y una muestra histórica con más de setenta proyecciones y cuarenta películas chilenas documentales de todos los tiempos en el mundialmente conocido Centro Pompidou en París. Chile además se ha hecho presente en instancias fundamentales como Cannes Docs de Marché du Film (Cannes) con su propio Chilean Showcase; o en DocSaloon del European Film Market (Berlinale), y se ha consolidado la participación en otros mercados que a veces no son tan mencionados, pero fundamentales para la internacionalización como son en Estados Unidos (Sundance), Colombia (BAM), China (CCDF), Hong Kong (FILMART), Francia (Sunny Side of the Doc), Brasil (DocSP, Brasil Cine Mundi), Uruguay (DocMontevideo) y México (DocsMX), entre otros, ampliando de forma inédita las redes del sector a nivel mundial.
En los últimos dos años, los documentalistas chilenos han destacado en numerosos festivales de cine, mercados y canales internacionales, plataformas digitales, muestras inmersivas, galerías de arte y catálogos de innovación. Han rendido frutos las coproducciones internacionales con países como Canadá, Francia, Holanda, Estados Unidos, Colombia y Argentina, entre otros. Diversos documentales han seguido expandiendo territorios. Por nombrar sólo algunos: El viaje espacial (Carlos Araya, Sheffied Doc Fest); Visión nocturna (Carolina Moscoso, FidMarseille); El viaje de Monalisa (Nicole Costa, DocNYC); El otro (Francisco Bermejo, Visions du Réel); El Negro (Sergio Castro, Toulouse); El cielo está rojo (Francina Carbonell, IDFA); La Cordillera de los sueños (Patricio Guzmán, Cannes).
Sin duda, el camino recorrido por el documental chileno llega a su mayor expresión hoy, cuando la genialidad y talento de la directora Maite Alberdi, y todo el equipo detrás de El agente topo, lo instalan, en un hito histórico, entre los nominados a mejor documental en los Premios Óscar de la Academia de Hollywood. Detrás, una película entrañable y una estrategia clara para conquistar el mercado estadounidense, con un estreno en el festival de Sundance y, posteriormente, en los festivales de documentales más importantes de ese país, además de su estreno en la televisión pública de Estados Unidos PBS, en el slot más antiguo de ese país para películas independientes de no ficción; en Hulu, plataforma masiva en el país del norte; y posteriormente en Netflix, una de las plataformas digitales más importantes del orbe. En paralelo, su nominación a mejor película iberoamericana en los premios Goya y a mejor película extranjera en los Spirit Awards realzan aún más su camino.
El agente topo | dir. Maite Alberdi | prod. Marcela Santibáñez
El agente topo es la única película latinoamericana nominada a la actual edición de los premios de la Academia, la primera nominación para una directora mujer en Chile y el primer documental chileno nominado a estos premios. Tal como sus antepasados y otros destacados documentales nacionales de los cuales hemos repasado la historia, esta película abre caminos impensados para los futuros cineastas y trabajadores de la industria audiovisual.
Para el documental, con el paso de los años, ganar cada vez más reconocimiento en el circuito audiovisual internacional, no solo es justo por su particular forma de registrar la realidad, o porque sea un género de largo trecho, sino porque contiene un valor cinematográfico imposible de calcular. Es también un hito relevante cuando hoy el desafío es encontrar reconocimiento de las obras en nuestro propio país. “Para el documentalista siempre es un desafío defender los documentales como películas y creo que esto es un hito para nosotros”, comentó la cineasta Maite Alberdi cuando se enteró de la nominación de su documental a los Premios Óscar, porque cualquier reconocimiento al género es arduo, y así ha quedado en evidencia en el ejercicio. Sin embargo, más allá de esta dificultad, el documental chileno ha logrado instalarse dentro de la industria audiovisual nacional e internacional, y posicionarse como gran exponente, ocupando el espacio que merece y siempre abriendo puertas para los cineastas que vendrán.
Bibliografía:
– Vega, A. 2006. Itinerario del Cine Documental Chileno. Santiago. Universidad Alberto Hurtado
– Guevara, A y Gárces, R. 2007 Los años de la ira. La Habana. Nuevo Cine Latinoamericano.
– Mouesca, J. 2005. El Documental Chileno. Santiago. LOM
– Mouesca, J y Orellana, C. 2010. Breve historia del cine chileno. Santiago. LOM
– Balmaceda, F. 2002. De zorros, amores y palomas, memorias. Santiago. Aguilar chilena de ediciones.